“Para seguir dando visibilidad a la diabetes”

Daniel Albero se convirtió en el primer diabético en competir en el Dakar en 2019 y después de dos ediciones sin lograr llegar a meta por mil y una vicisitudes, consiguió su gran objetivo de acabar la prueba más dura del mundo en moto. Vivida la aventura sobre dos ruedas y ante la exigencia física extrema, en 2022 se atrevió a cambiar de disciplina al volante de un Toyota Land Cruiser 90 en la categoría Classic, algo que fue recibido con un suspiro de alivio por parte de su familia. Este polivalente valenciano lleva pleno de medallas de finisher desde entonces y en 2024 vuelve a la carga. Afectado a los siete años por una meningitis, a los nueve desarrolló una diabetes tipo 1, pero esta enfermedad no impidió que luchara por cumplir sus metas. Es músico -toca la trompeta- y ha sido conductor de camiones grúa, de autobuses, hostelero y albañil. Albero llevará un medidor de glucosa instalado en el vehículo para monitorizar su glucemia en cada momento y una bomba que le irá suministrando insulina a medida que la necesite. Como en sus anteriores participaciones, busca darle visibilidad a su enfermedad y lanzar el mensaje de que no hay metas ni sueños imposibles. Además, ha puesto en marcha una iniciativa para reforestar una zona afectada por los incendios en Carcaixent, donde espera plantar 300 pinos y promover así la concienciación con el medioambiente. Este año compartirá aventura con Luis Serra, un joven valenciano de 29 años que va a cumplir el sueño de su vida de participar en un Dakar como copiloto después de que Albero le escribiese a mediados de octubre por Instagram. Un mensaje que lo cambió todo para el chico que veía pasar la caravana del Dakar africano desde las afueras de su pueblo. No dudó y se lanzó de cabeza a una experiencia vital como ninguna otra. Ambos buscarán colgarse la medalla en la meta de Yanbu con un vehículo más que fiable, con el que el intrépido piloto valenciano ha completado dos Dakar con exactamente el mismo juego de neumáticos y el mismo embrague. Ver para creer.

D.A.P: “Vuelvo por tercera vez al Dakar Classic con más ganas que nunca para seguir dando visibilidad a la diabetes, después de mis tres participaciones en moto. El año pasado fue especial correr con Sonia Ledesma de copiloto; fuimos rápidos desde el principio, sin averías ni grandes percances y espero seguir así este 2024. Vivir la experiencia de adentrarnos en el Empty Quarter fue una auténtica pasada y aportó un extra a la aventura. Lograr el 29º puesto sin asistencia mecánica, con las mismas ruedas y el mismo embrague que usé en mi primera edición fue una auténtica hazaña. Este año voy con Luis, un chico valenciano de 29 años, muy listo y con muchísimas ganas. Tuve suerte porque nos presentó una amiga en común y tardó 12 horas en venir a hablar conmigo. Cada día que pasamos allí la difusión para todas las personas con diabetes es brutal”.

L. S. R.: “Desde que cumplí los tres años, mi padre, un apasionado de las carreras, me subió a un Kart. Aunque intentó meterme a otros deportes como el tenis, yo siempre estuve obsesionado con el motor y por eso llegué a competir en motocross de los 18 a los 23 años. El problema era que el lunes había que ir a trabajar y me dolían hasta las pestañas. Desde siempre, en casa, durante los 15 días que dura el Dakar solo se podía ver la carrera en nuestra TV, ¡nada más! Mi primer recuerdo sobre la prueba es un 1 de enero en un puente a las afueras del pueblo viendo pasar a toda la caravana camino de África. Mi sueño siempre fue participar algún día y cuando Dani me escribió comentándome que se había quedado sin copiloto, estuve varios días pellizcándome, la verdad. No le pude decir que no. Es una oportunidad única y no pienso en otra cosa que llegar a meta como sea. Quiero darles las gracias a mis padres porque, sin ellos, estar aquí será imposible”.