Con los ojos tocados pero la felicidad en la mirada

Dakar 2025 | Etapa 4 | AL HENAKIYAH > ALULA
9 enero 2025 - 09:43 [GMT + 3]

Cuando Ehab Al Hakeem, el rookie número 87 desembarca en el control horario de la etapa maratón en Alula, es ya noche cerrada. Pese a ello, el libanés inscrito en el Dakar en motos llega feliz como una perdiz. Aunque con los ojos maltrechos por el cansancio y el polvo...  

Ganador del campeonato nacional de Bajas en 2023, y apoyado por la Saudi Automobile and Motorcycle Federation, Ehab reside en Arabia Saudí. En el control horario, entrega su teléfono y pide una foto de su rostro cubierto de polvo. Y no precisamente para colgarla en redes. La sensación de quemazón en los ojos es tal que quiere verlos de cerca. Ya más tranquilo, dirige su Fantic hacia el parque cerrado y pregunta dónde está el aire comprimido y los lubricantes “de los que me han hablado”. Es evidente que el piloto no ve con claridad lo que le espera en el vivac maratón. A saber, una hora como máximo en Rally 2 para intervenir en su moto con las herramientas y piezas de las que dispongan sus compañeros o él en la zona. “De haberlo sabido, habría traído mis cosas”. 

¿Y los otros corredores ? Ya no queda ninguno en el recinto vigilado. Hay más o menos un centenar de motos ya aparcadas, una veintena aún en la pista, y algunas que se quedarán por el camino. El libanés, que golpea el filtro de aire contra la parrilla para tratar de desatacarlo, forma parte de los últimos en llegar: “no he tenido tiempo para echar un vistazo al reglamento. Ayer fue un día durísimo. Rompí el tubo de escape y traté de sujetarlo con abrazaderas pero desgraciadamente no funcionó. Tuve que parar y volver a empezar para cruzar la meta con la puesta del sol. Tenía aún 300 km para llegar al vivac y hacía un frío de narices. Llegué a las 22h00 y tuve que preparar la moto para la maratón. Cambié los neumáticos, el filtro, procedí al vaciado y terminé a medianoche. Y a las 5h00 me ha sonado el despertador. Estoy cansado, exhausto incluso. Creo que había subestimado la dificultad de esta etapa maratón. Pensé que recorrería rápido los 400 km y he salido con unas gafas con cristales tintados. He rodado unos 28 km de noche, así que he tenido que quitármelas”.  

En su mochila, que recoge en el camión de la organización, lleva una camiseta técnica y un edredón. “No esperaba encontrarme en esta situación”. Ehad se apresura a deshacer la mochila y reservar un puesto delante de la entrada a una de las grandes carpas montadas por la organización, en plena corriente y sobre una alfombra. Es el único que se prepara para dormir en el suelo, pues el resto de corredores tienen un colchón hinchable. Ehad sueña con una ducha y pregunta si es posible dársela. Sí lo es, pero él no tiene toalla. Sus reflejos con todo son buenos. Se dirige de inmediato al servicio médico para que le limpien los ojos. Recostado, llama a sus amigos, que le hacen la asistencia. “Aunque soy yo quien se encarga de la mecánica”, explica con total naturalidad. Desert Storm Racing es el nombre del equipo que Ehab ha elegido, aunque el piloto vive en un torbellino de autonomía desde Bisha. Vivir un Dakar improvisado no parece inquietarle y confiesa sentirse “plenamente feliz”. Pensando así, ni qué decir tiene que no hay que hablarle de “rehabilitación”, pues ni siquiera está dispuesto a dejarse curar.

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