8000 km por las sonrisas de los niños

Dakar 2020 | Etapa 4 | Neom > ALULA
8 enero 2020 - 12:57 [GMT + 3]

Martes por la tarde. Alexandre Bispo termina la tercera especial del rally al límite del agotamiento. Acompañado por Fernanda Kanno y Alonso Carrillo, que le han guiado durante los últimos kilómetros, el piloto francés se para a tomar un café y comer un bocado antes de los 77 km de enlace que le quedan para terminar la jornada. “Después de ponerse el sol, no veía nada. Estaba totalmente perdido. Mi road book no funcionaba, así que avanzaba siguiendo la trazada. Si no me llegan a esperar, hubiera tenido que abandonar. El Dakar también es eso: una familia”. Alexandre estuvo a punto de tirar la toalla la víspera, después de caer en una depresión del terreno de más de tres metros de profundidad. Tuvo que buscar la salida hacia Neom alumbrado por los faros de un camión. Pese al buen golpe que se dio en la cara, lograba sacar fuerzas para reparar la moto y reanudar la carrera. “Tuve que cambiar la parte delantera de la moto y la bomba de gasolina”, comenta el piloto parisino de origen español. Inscrito en su primer Dakar en la categoría Original by Motul, Alexandre no ha optado por la vía más fácil. Sin embargo, el combate que libra hoy, como último de la clasificación, no es nada comparado con su batalla contra la leucemia de sus nueve a sus doce años. “Si hoy soy capaz de tener esta fuerza mental, es gracias a esa enfermedad”, comenta. Y al proyecto que defiende ahora. Todo aparece escrito en su casco. “Está la fecha de 2003, año en el que me diagnosticaron la enfermedad, y el nombre de la asociación que creé para ayudar a los niños que padecen cáncer: ‘8000 km por las sonrisas de los niños’”. Los nombres de los niños que ha conocido figuran también en el casco, bastante dañado después de tres días de carrera. “Ayudar, infundir ánimos y mostrar que hay un después de la enfermedad… Si puedo aportarles esa fuerza…”. Para este joven motorista no será nada fácil terminar su primer Dakar, por falta de experiencia. “Cuando noté que tenía la cara ensangrentada, en la ambulancia, sentí ganas de abandonar. Pero detrás de todo esto hay dos años de trabajo, de inversión, de sacrificio personal, patrocinadores, apoyo de mi familia y mis amigos. Y, además, los niños… Ellos luchan contra el cáncer. Por otra parte, cuando uno vive su sueño, no tiene derecho a quejarse. No sé si llegaré al final, pero lo voy a dar todo”.

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